Inmortal como el tiempo, inalterable como la historia. La Venerable Hermandad Religioso-Benéfica de Excombatientes de San Pedro Apóstol cumple 75 años de vida. Tres cuartos de siglo marcados por la rectitud y la sobriedad en el camino, esas que proporcionan el tesón y la bonhomía de sus hermanos. Una simbiosis que, en conjunto, forman un todo infranqueable de amor y de fe hacia la figura de uno de los discípulos más amados de Jesús. Capuces rojos y capas blancas tiñen en un binomio perfecto el descender más rítmico, sentido y sobrecogedor en cada noche de Miércoles Santo. Acompañados por la música celestial de las horquillas en el empedrado, el movimiento hipnótico de las ramas del olivo y el paso firme, decidido y constante. No es cualquiera; es Pedro. Y no es cualquier cosa; son 75 años de viaje por el tiempo. Pasado, presente y futuro. El legado de los que comenzaron y ya no están, pero permanecen. Su huella es única y eterna. Y siempre será recordada para no olvidar jamás.
La génesis encuentra su punto de partida el 9 de agosto del año 1943. Ese histórico día se fecha el acta fundacional de la hermandad, con la constitución paralela de la primera Junta de Diputación, que empieza a trabajar en un Reglamento Orgánico, así como en la ejecución de las Imágenes que conformarían el paso. Los promotores fueron un grupo de excombatientes conquenses de la Guerra Civil para asistir a los huérfanos de la contienda y no perder los lazos de amistad y camaradería que habían estrechado en tan duras circunstancias, ayudando con ello al resurgimiento y renovación de la Semana Santa. Más tarde se unieron miembros y huérfanos de la División Azul. El destino quiso que, en un principio, Leonardo Martínez Bueno fuera el único escultor que se comprometió tanto en presupuesto como en fecha de entrega, por lo que los primeros hermanos le encargaron a él la realización del primigenio conjunto escultórico, cuya composición constaba de dos imágenes: San Pedro dispuesto a cortar la oreja del soldado Malco.
Leo Cortijo